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lunes, 4 de abril de 2016

EL VIAJE DE MEDIYAMA

Sabía lo que venía pero, inevitablemente, cuando el telón se abrió por segunda vez en la noche me costó reaccionar. Las luces dejaban en la sombra a una figura grande, corpulenta, situada justo en el centro del escenario. Tardé un par de segundos en darme cuenta de que era Mediyama el que se mantenía en pie, enfrente del público, con los rayos de luz pasando sobre él, en una imagen teatral, barroca, casi bíblica. Las piezas del puzzle encajaron cuando vi a los otros tres tíos que le guardaban las espaldas: Hose, Héctor G. Roel y Dj Mesh.

Foto de Mediyama el pasado 2-4-16 en el susodicho concierto. Foto por Aury de Cruz.
Podría hacer una crónica de la fiesta que tuvo lugar en Madrid esa noche. Medi actuaba tras Fab y Nova Mejías, y precedía al pez gordo: Piezas, que presentaba su Melancholia. Pero no, hoy no voy a escribir sobre eso. Esto no va de crónicas ni de reseñas, sino de compartir con vosotros la figura de un tío que pone un gorila como portada de su disco en solitario y que se considera a sí mismo como la versión joven de Goyo Jiménez.

¿Quién es este individuo? La inmensa mayoría del público lo conoce por ser miembro varias formaciones, como Hydra –un grupo que mezcla el rap con varias formas de rock duro- o Res Non Verba –rap hardcore donde los haya con todo lo que eso conlleva, Neurosis es su último trabajo-. En añadido y mayor medida, la gente lo conoce –servidor incluido- por ser el corista de Rayden en sus giras, desde que empezara a sacar discos en solitario con Estaba Escrito. No me merece la pena, ni el tiempo, ni el espacio desmentir la suposición de que Mediyama vive bajo la alargada sombra de Rayden y sus fans. Medi no va por ahí. Este escrito tampoco.

Mindfuck, su disco en solitario, salió en 2015 (hablamos de él en la review sobre los trabajos que más escuché en ese año, check it out). Habiendo escuchado su curro con Res Non Verba e Hydra, la expectativa que puede generar el disco es clara: guitarras machaconas, agujetas en el cuello, gritos, hardcore, canciones bestias, cristales rotos para acompañar la cerveza… Mindfuck me sorprendió en su día por ir más allá. Mediyama amenaza susurrando, pero cuando grita, machaca y demuele. En una mano, un concepto y un sonido arriesgados. En la otra, la versatilidad y la elegancia del que conoce el juego a la vez que a sí mismo.

“Hoy vais a ver, por primera vez, el concepto que tenía en mi cabeza para presentar Mindfuck. Olvidaos de todo lo de fuera, hoy toca sentir”, nos dijo. 
¿Sentir el qué? Pues para empezar, una voz. Corrijo: la voz. Para los que estamos acostumbrados a rondar por los escenarios –arriba o abajo, da un poco lo mismo- es muy fácil reconocer quién sabe hacer determinadas cosas. Cuando el jodido Mediyama se pone a soltar ladrillos verbales saltan a la vista las tablas, el tiempo, la formación y el trabajo que ha dedicado a aprender a manejar su voz a hacer gárgaras con lava incandescente.

Yo tengo una teoría. Bajo mi punto de vista, Medi es el corista perfecto. Me explico. Para el cantante principal –Rayden o Camilo Sesto, da lo mismo-, contar con Mediyama como corista debe ser un lujo. Es un tío de garantías que no te va a fallar una frase –lo sé, lo he visto-, pero que además tiene presencia, tanto física como musical: no se va a quedar como un pasmarote en la parte de atrás del escenario, a lo que suma un chorro de voz y una técnica vocal de espanto. He aquí el problema: cuando el propio Mediyama es el cantante principal, es jodidamente complicado que no eclipse al resto del escenario por completo. Medi apenas se mueve por el stage cuando rapea; gesticula mucho, sí, pero no se da largos paseos. No le hace falta; es imposible quitarle la vista de encima cuando te está soltando en la cara el gorgorito de turno. 

Por eso quiero aprovechar para reconocer desde aquí la inmensa labor de Hose, de la H Suena, que no sólo no falló una nota coreando a Medi, sino que complementó al ya de por sí complementado. Se nota lo fino que estos tíos han tejido los hilos en cada movimiento ahí arriba. Por desgracia, no se aprecia igual de bien lo difícil que es conseguir ese equilibrio.

Sigo con Mesh. Hace algunos años, cuando el tío contestaba preguntas por Ask a través de su Twitter, le pregunté (pregunta, freak, pregunta!) cuál había sido el punto de inflexión que le había hecho convertirse en uno de los mejores Dj´s de España. Me contestó diciéndome que no se consideraba como tal. Pues bien, querido Jorge, si no lo eras entonces, mucho me temo que ahora sí lo eres. Te doy argumentos: los scratches de la intro de Mindfuck no son ni medio normales. Los de Magia Blanca no son ni medio normales. Los que te marcas en directo, tampoco, y mi cuello lo atestigua. Estoy seguro que eres capaz de enumerarme todas las virtudes que debe tener un gran DJ, igual que estoy seguro de que no eres capaz de decirme ninguna que no poseas –salvo lo de ser calvo y salir en Telecinco con el Dj Hero-.

Tanto Rayden como Mediyama han cambiado mi concepción de un directo de rap. “¿Y qué pinta Rayden aquí?”, pensaréis. Muy sencillo: Rayden, en su En Alma y Hueso, fue el que se sacó un conejo de la chistera. Un conejo enorme, con sombrero, frondosa barba negra y unas guitarras jodidamente molonas que toca como los ángeles mientras su cara permanece invariablemente estoica: Héctor García Roel (y me santiguo mientras lo escribo). 
Más allá de las innovaciones en las producciones musicales –no voy a ponerme a alabar todo, que luego alguno me tachará de pelota o de interesado-, la forma en la que Héctor se sube en las instrumentales con sus guitarras es algo que quizá no es nuevo, pero que funciona como pocas cosas lo hacen dentro del rap. Soy de los que dicen que cada concierto de Rayden (o de Mediyama, como es este caso) habría que verlo dos veces: uno mirando al cantante en cuestión, y otro viendo cómo Héctor toca o deja de tocar, cómo mete un acorde, un armónico, un punteo, o un chirrido de guitarra en el momento preciso.

"En tu cara escupo Mindfuck"
Como músico, Mediyama es un concepto en sí mismo. Ese concepto ha sido llevado al plano musical por gente como Héctor, y al audiovisual por gente como (el genial) Dan Barreri. Tal y como yo lo veo, Mediyama no crea Mindfuck, Mediyama es Mindfuck. De esta forma, a la hora de presentar ese concepto  en directo tienes un viaje de sensaciones basado en los tres pilares maestros: Hose, Mesh y Héctor. Sobre ellos está la reflexión de 4:35, o la frenética Parásitos, de forma que se alcanza el clímax cuando Siete, Seven, Puto Siete o como le queráis llamar sube para cantar Oasis. Qué animalicos. La imagen de los tres MC´s, Siete, Medi y Hose, cantando a todo pulmón sobre las guitarras de Héctor en el estribillo de la canción tardará mucho tiempo en huir de mi memoria. Apoteósico es la palabra. Una catarsis absoluta, una ejecución perfecta; me recorrió cada víscera. Como Insensibles: la culminación, la explosión final, lo que acaba de demolerte por completo.

Para mí, sin embargo, el  directo de Mediyama es algo más que todo eso. Y aquí entro en el terreno personal. Lo resumo en un único término, en la que a mis ojos es la mejor canción de Mindfuck: Nebulosa. He visto esta canción tres veces en directo. La primera fue en forma de lo que creo que recordar que era una acapella, en la gira de Rayden de Mosaico. La segunda, en un concierto de la gira de En Alma y Hueso. La tercera fue el sábado, como ya os he dicho, por primera vez en una presentación íntegra de Mindfuck.

Nebulosa es la única canción de rap que he visto en directo que ha hecho que los ojos se me empañen con riesgo de derramar las lágrimas. Dos veces. No sé si es la producción de Rayden, la letra de Medi, o cómo hacen que la canción crezca en el soliloquio final con un Mediyama completamente ido, gritando como si no hubiera mañana cada sílaba, como si le ardieran por dentro. No sé, de verdad, por qué esa canción me transmite tanto. Pero las dos veces que la he escuchado íntegra me ha pasado lo mismo: me quedo mirando con la boca medio abierta, incapaz de moverme, con los pelos de punta, sintiendo cada jodido compás de la canción inundar mi cuerpo mientras se forma un nudo en mi garganta y los ojos se me llenan de yonoséqué. Y me dan ganas de cerrar los ojos y sumergirme de lleno en lo que mis oídos me traen, pero a la vez no puedo cerrarlos, porque Mediyama parece morir cada vez que llega a la parte final.

En la presentación del pasado sábado viajé en cada matiz, cada entonación, cada grito, cada punteo. O lo que es lo mismo, cada gota de sudor de la frente de Mediyama. El que se supone que es el eterno escudero –lo siento, la metáfora de Sancho Panza no la pienso hacer- se coronó haciendo honor a sus virtudes y a los que le rodean. Ojalá Mindfuck contara con una gira propia, porque vaya si la merece. Un concierto de dos horas de esa mierda nos reduciría a cenizas a todos.

Y de ahí, sólo volveríamos a arder. Porque, como artista rodeado de artistas, Mediyama te hace viajar, y seguir el rastro de la magia entre sus gritos, mientras él, simplemente, se limita a hacerse infinito entre las luces. 

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