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Mi Cuento es el último trabajo de Pablo Lapeña.  Es una historia de viajeros y bosques, de dragones; es la historia de una travesía. Un rela...

sábado, 14 de noviembre de 2015

UNTITLED

Normalmente, el héroe consigue parar los pies al malo. Spidey suele parar a Octopus, Batman al Joker, Bond a Blofeld. La masacre se evita, el genocidio se queda en "casi, pero no". Aunque no siempre en las historias se evita el dolor, es cierto. Nadie puede evitar que el Duende mate a Gwen Stacy, ni que Jason Todd sea asesinado. Ese dolor es parte de la historia, tanto como lo son el bueno y el malo. 

El problema es que nuestra historia, la realidad, tiene otro tipo de dolor. Su origen no es muy distinto: la pérdida. El sinsentido, la crueldad gratuita, los inocentes. Pero el dolor que estamos acostumbrados a leer en la ficción es completamente distinto al que hay en la vida real. El número de víctimas de los ataques de ayer en París me formó un nudo en el estómago -y a quién no, pensaréis-, y el hecho de que algo así haya sucedido hace que todos nos estemos preguntando hoy "¿qué está pasando?". 

En mi caso, el nudo no lo aprieta el saber que todos los gobernantes que están condenando el atentado sean los mismos que lo han provocado vendiendo armas. Tampoco el hecho de que la religión islámica se enfrente de nuevo a todo tipo de descalificaciones generalizadas, o que incluso se llegue a culpar a los refugiados. No, no es nada de eso. Lo que verdaderamente me duele es saber a ciencia cierta que esto no funciona como en las historias. Aquí no hay un héroe que vaya a derrotar a un malvado. No hay argumento, no hay guión. Aquí no hay ni buenos ni malos que giran uno en torno al otro en una trama con final trágico o feliz. 

Aquí están los que firman un papel, los que aprietan un gatillo y los que reciben el balazo. También los que se "vuelcan" por las RRSS en una solidaridad barata hipócrita, los que se pasan la noche en vela llamando por teléfono a las embajadas, los que deciden no leer sobre el tema simplemente por ahorrarse el mal trago, y los que escribimos sobre ello buscando responder esa eterna pregunta..."¿Qué está pasando?".

Resulta que no es un giro inesperado en la trama. No es el momento en el que el malo vence al bueno, ni en el que el bueno vence al malo, ni nada. Lo que pasó ayer -y lo que pasa a diario fuera de Europa- es simplemente dolor. Un dolor que ya forma parte de nosotros... y de nuestra historia. Y siempre lo ha hecho. 

Mierda. 

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